Cuál es el origen del término tan nuestro y tan veraniego como es el ”ventorrillo”

Cuando llegan los meses de verano y se encienden las fiestas patronales, hay un elemento que no suele faltar en plazas y recintos: los ventorrillos. Bajo lonas, maderas o carpas improvisadas, estos espacios ofrecen tapas, bebida fresca y el ambiente perfecto para prolongar la celebración. Pero, ¿por qué se llaman ventorrillos?

El término tiene raíces antiguas. En castellano, ventorro se usaba para designar a las ventas o mesones que se encontraban en las afueras de los pueblos o al borde de los caminos. Eran lugares donde los viajeros podían parar a comer y descansar. Por su carácter humilde y provisional, estos locales adquirieron con el tiempo un diminutivo cariñoso: ventorrillo.

En Canarias, la palabra se adaptó con naturalidad. La tradición de montar pequeños puestos de comida en fiestas y romerías encontró en este nombre una forma de describir perfectamente lo que eran: lugares sencillos, levantados para la ocasión, en los que se servía vino, pescado, carne a la brasa o dulces típicos.

Con el paso del tiempo, los ventorrillos se han convertido en parte inseparable de la cultura festiva. No solo cumplen la función de alimentar y refrescar al público, sino que también son puntos de encuentro. Bajo su sombra se conversa, se canta, se negocia y, en definitiva, se comparte la esencia de las fiestas.

Hoy, aunque muchas celebraciones cuentan ya con infraestructuras modernas, los ventorrillos siguen resistiendo.

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