La cucaña, un juego popular que resiste al paso del tiempo
El juego de la cucaña es en una de esas tradiciones que, pese al paso del tiempo, siguen despertando expectación y sonrisas en cualquier lugar donde se organizan. Su dinámica es tan sencilla como desafiante: recorrer un palo engrasado colocado en posición horizontal sobre el mar o en vertical en una plaza, con el objetivo de alcanzar una bandera situada en el extremo.
El reto, que a primera vista parece simple, se transforma en un espectáculo cuando el participante avanza algunos pasos y termina resbalando inevitablemente. Las caídas forman parte del juego y generan tanto aplausos como carcajadas entre el público, que se convierte en un elemento esencial del ambiente festivo que rodea a la cucaña.
Este juego tiene un origen marinero. Durante siglos, ha sido costumbre en puertos y pueblos costeros de España y de otros países mediterráneos organizarlo como parte de celebraciones populares. En Canarias, la tradición se mantiene en diferentes municipios, donde la cucaña ha pasado a formar parte del patrimonio cultural inmaterial que refuerza la identidad colectiva.
A por la bandera…
El palo suele estar cubierto con grasa, jabón o aceite, lo que hace prácticamente imposible mantener el equilibrio. El premio para quien logra alcanzar la bandera, además de los obsequios que cada organización disponga, es el reconocimiento del público y la satisfacción de superar una prueba que muy pocos consiguen completar.
La modalidad más habitual en las Islas es la que se desarrolla sobre el mar, con el palo instalado en un muelle o embarcadero. El agua se convierte en el destino de la mayoría de intentos fallidos, lo que añade un componente refrescante en medio del calor veraniego. En algunos lugares, también se conserva la versión vertical, en la que el desafío consiste en trepar por un mástil engrasado hasta alcanzar el premio situado en la cima.
Más allá de la competición, la cucaña representa un momento de encuentro comunitario. Participar implica valentía y sentido del humor, mientras que presenciarla supone revivir una tradición que conecta generaciones. Padres, hijos y abuelos han compartido durante décadas esta experiencia, transmitiendo el recuerdo de un juego que, pese a los cambios sociales, sigue teniendo vigencia.
Hoy en día, distintas localidades mantienen viva la costumbre de organizar cucañas en sus programas de actividades populares. Su carácter lúdico y participativo, unido al atractivo de lo inesperado, garantizan que continúe siendo uno de los juegos más recordados por quienes asisten a estas celebraciones.