Los Cabildos Insulares, una parte del latido político de nuestro archipiélago

A las puertas de una nueva celebración del Día de Canarias, conviene detenernos a mirar con perspectiva histórica algunas de las instituciones que nos definen como pueblo. Una de las más singulares —y menos comprendidas fuera del archipiélago— es el Cabildo Insular, una figura única en el mapa político-administrativo de España que refleja como pocas la identidad y la realidad geográfica del archipiélago.

Los cabildos nacen como respuesta a una necesidad evidente: gestionar el día a día de cada isla de forma autónoma, cercana y especializada, dentro de una comunidad con notables diferencias internas. Si bien hoy entendemos los cabildos como instituciones modernas, su historia se remonta a tiempos muy anteriores. De hecho, ya en la época de la conquista castellana, el término «cabildo» se utilizaba para referirse a los órganos de gobierno local de las ciudades recién fundadas.

No obstante, el modelo actual de cabildo insular fue creado oficialmente con la Ley de Cabildos de 1912, como una forma de descentralizar la administración provincial y dar voz propia a cada isla. A partir de ese momento, se reconocía la necesidad de una gestión insular directa, a medio camino entre los ayuntamientos y el gobierno central o autonómico.

El Cabildo de Lanzarote

En Lanzarote, el cabildo comenzó a funcionar el 16 de marzo de 1913, pocos meses después de que se aprobara la citada ley. Aquella primera sesión del Cabildo Insular de Lanzarote marcó el inicio de una etapa decisiva para la isla, en la que se abría un camino de autogestión que perdura hasta nuestros días.

Durante más de un siglo, el Cabildo ha sido motor de desarrollo, defensor del patrimonio insular y espacio de encuentro político, gestionando competencias tan variadas como el transporte, la cultura, el medio ambiente, el turismo o los servicios sociales. Desde aquella primera reunión en la que participaron apenas unos pocos representantes, hasta la institución actual con sede en Arrecife y múltiples áreas operativas, el Cabildo ha sido testigo y protagonista de la evolución social y económica de Lanzarote.

Los cabildos no solo son entes administrativos. Para muchas y muchos canarios, son también símbolos de la autonomía insular, espacios donde se defiende el equilibrio entre la unidad de Canarias y la singularidad de cada isla. En Lanzarote, esa identidad se expresa con fuerza en cada proyecto que protege nuestros paisajes volcánicos, nuestra cultura insular o nuestras necesidades específicas como territorio ultraperiférico.

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