Las continuas prealertas meteorológicas en las islas: ¿Prevención o confusión?
En las últimas décadas, las islas Canarias han sido testigo de un aumento en la emisión de prealertas meteorológicas por parte de instituciones como la Dirección General de Emergencias del Gobierno de Canarias y incluso diversos cabildos insulares. Estos avisos, concebidos para preparar a los equipos de seguridad y su respuesta ante fenómenos más o menos adversos, se han convertido en un tema recurrente que genera opiniones encontradas.
Las prealertas, en teoría, cumplen un propósito loable: garantizar que los equipos de emergencia estén listos para actuar en caso de necesidad. Sin embargo, estos comunicados no están dirigidos al público general, aunque con frecuencia llegan a difundirse ampliamente en redes sociales, medios de comunicación y canales no oficiales. Este fenómeno crea una paradoja: mensajes diseñados para el ámbito técnico acaban alarmando, innecesariamente, a una población que no siempre entiende el contexto ni las limitaciones de dichos anuncios.
Uno de los problemas principales radica en la falta de claridad sobre el significado de una «prealerta». Para muchos ciudadanos, la palabra evoca urgencia e inminencia, lo que puede generar preocupación o incluso pánico injustificado.
En la práctica, una prealerta no implica que se prevean daños inmediatos, sino que existe una posible evolución meteorológica que requiere vigilancia. La confusión se agrava porque, en ocasiones, estos preavisos terminan en nada, lo que reduce la credibilidad de futuras advertencias.
Reformular la comunicación
Además, el exceso de avisos puede desembocar en un fenómeno de «saturación de información». Cuando la población recibe constantes alertas que no resultan en incidentes significativos, existe el riesgo de que la gente minimice o incluso ignore avisos verdaderamente críticos en el futuro, un comportamiento potencialmente peligroso en situaciones reales de emergencia.
Por supuesto, no se cuestiona la importancia de la planificación preventiva, especialmente en un territorio tan vulnerable como Canarias. Sin embargo, resulta imprescindible mejorar la comunicación de estos mensajes. Las instituciones deberían garantizar que las prealertas se mantengan en su ámbito técnico, evitando su difusión masiva, o bien reformularlas para que el público pueda entender su verdadero alcance sin alarmarse innecesariamente.
En definitiva, la gestión de riesgos no solo implica emitir avisos, sino también garantizar que estos sean claros, oportunos y proporcionados. En un contexto donde la información fluye a gran velocidad, las instituciones tienen el reto de equilibrar la prevención técnica con una comunicación efectiva que no desinforme ni cree alarmas infundadas.
E.H.R.